
Ya se van y yo no tengo nada que decir. Quizá que tengo veinte lágrimas guardadas porque ya era mucho el moco derramado, pero sería muy pretencioso.
Dicen que están felices donde están. No lo dudo. Si pudiera yo también hubiera elegido a unos padres italianos con baro y un perro llamado Artu. Ya no se pudo. Crecí con un padre medianamente guapo, muy inteligente y alcohólico; una madre poco cariñosa con deseos de suicidarse con rosquillas de chocolate. Que le va a hacer uno. Así es la vida, ¿no?. ¿Que cuanto tiempo queda? Un par de meses, pero no los veremos. Solamente habrá una despedida muy mona, con invitados que tengan cara de estreñidos por aquello de aguantarse la chilladera. Así es esto de los enganches emocionales, ¿que no?. Así duelen las despedidas. Al carajo con los duelos, yo no tengo nada que decir.